viernes, 26 de noviembre de 2010

MI HERMANO

"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."
 
Me sentía orgulloso de saber que era el primero en todo, siempre llegaba antes que Pablo, eso me llenaba de satisfacción.
Los abuelos cuando llamaban por teléfono preguntaban: " ¿Dónde están los chicos?" y mamá decía: " Por aqui jugando, esperad que os los paso". Al oir a mamá decir eso yo siempre salía corriendo, antes de que Pablo se diera cuenta que llamaban ellos, para asi ser el primero en recibir su saludo.
En el cole, cuando corríamos en el patio, yo era el más rápido, ¡nadie podía conmigo! ni siquiera mi hermano, yo era el mejor.
 
Una y otra vez yo quedaba por delante de mi hermano, no me importaba qué fueramos a hacer, lo importante era quedar siempre el primero.
 
Pasaban los años, y yo seguía obsesionado en destacar siempre más que Pablo. Empecé a olvidar qué significaba estar con él, porque dejé de pensar en lo importante que era él en mi vida.
 
Comencé el Instituto, y empecé a ser popular, mientras que Pablo empezó a quedarse a la sombra, le llamaban: "Fotocopia", mi fotocopia. La fotocopia de Juan era Pablo, y yo el original.
 
Volvía a casa todos los días sin darme cuenta de si venia o no conmigo mi hermano. Ya no le necesitaba, yo era el verdadero. Ahora YO había nacido el primero, ahora yo era el mejor.
 
Un día a la salida del Instituto, unos chavales me esperaban para pegarme. No sabía porqué, supongo que sería envidia por mi popularidad. Se acercaron a mi y comezaron a insultarme, me zarandeaban de un lado a otro. Yo me mantenía firme ya que debía guardar las apariencias. Pero el juego siguió y los chavales empezaron a golpearme, mis "amigos" al ver la situación decidieron muy cobardemente salir corriendo. Mi orgullo se fue rodando por el suelo tras las carcajadas de los chicos, sentí una debilidad que no había conocido hasta ese momento. Y fue en ese preciso instante cuando me acordé de mi hermano, "¿se habría ido ya a casa?" "ojalá estuviera aqui..." . Sentí una soledad intensa, no entendía nada, dónde se habia metido Pablo justo cuando le necesitaba. Sentí de nuevo la fragilidad del nacimiento y el temor de su ausencia.
 
Entonces ví como los chavales que me agredían huían despavoridos. Aparecío Pablo rodeado de un séquito de profesores.
 
Me dió la mano y me dijo: "Siento haber tardado siete minutos en socorrerte, pero han sido los suficientes para que te dieras cuenta de que siempre he estado a tu lado, que me necesitas como yo te necesito a ti, de que si alguna vez fui delante de ti fue para prepararte el camino para que no te hicieras daño, y que todas esas veces que me has ganado he sentido el orgullo de que lo hayas conseguido porque te has esforzado. Nunca voy a abandonarte ya que compartimos algo más que una apariencia, compartimos el don de ser hermanos y el don de la familia. Te repito que siento si alguna vez te he fallado pero ahora que te has dado cuenta de que no te abandonaré,quiero que me tengas presente como un hermano, no superior ni mejor, sino como un igual que está a tu lado".
 
Recuerdo que lo único que pude hacer fue llorar y abrazarle fuerte, muy fuerte ... y decirle: "Gracias".
 
 
 
 
Esta sencilla historia creo que se podría aplicar como dinámica en clase de tercer ciclo para trabajar la envidia,la familia y los valores de la amistad, el amor. Explicándoles lo importante que son los hermanos que debemos cuidarlos, que el hecho de que seamos los mayores o los menores no es nada malo, al contrario siempre podemos aprender de los demás y ellos con nosotros